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La negociación entre UGT,CCOO y CEOE para la consecución de un acuerdo salarial en el 2017, todo parece indicar que ha fracasado. Las organizaciones sindicales hemos defendido que la recuperación económica no tenía reflejo en la recuperación de los salarios y que sin ésta, aquella no era más que una pura estadística. Los datos son claros cuando observamos el peso que en el PIB tienen los salarios respecto de los beneficios u otro tipo de rentas: se han invertido claramente en relación con la realidad antes y después de la crisis, ahora pesan menos los salarios y más el resto de rentas.

Por otra parte, y más allá de la clamorosa injusticia que esta realidad pone en evidencia, es necesario un equilibrio en el reparto de los frutos de la recuperación económica si queremos que ésta sea sostenible desde el lado de la demanda interna. Es decir, que la recuperación de los salarios también responde a razones de eficiencia económica.
La CEOE ha mantenido un discurso público y otro muy distinto en la mesa negociadora. En el público se han mostrado a favor de esa recuperación salarial e incluso han defendido la necesidad de elevar más los salarios más bajos. Sin embargo, se han opuesto a la cláusula de revisión, la única manera de garantizar dicha recuperación en relación a la inflación, y no han aceptado una banda salarial que en su parte baja marcara incrementos superiores a la inflación prevista por el Gobierno.
Para la recuperación de los salarios es importante ese acuerdo, que esperemos sea posible para el 2018 y siguientes, pero no deja de ser un compromiso que después debe tener su reflejo en todas y cada una de las mesas de negociación colectiva sectoriales y de empresa. Lo determinante, si de verdad se quieren subir los salarios en nuestro país, es incrementar el Salario Mínimo Interprofesional hasta situarlo en el 60% del salario medio (sólo de este modo será verdad que los salarios más bajos suben más que el resto, Sr. Rosell), y lo siguiente es derogar la parte de la Reforma Laboral que da prioridad aplicativa a los convenios de empresa respecto de los sectoriales (evitando empresas multiservicios que devalúan constantemente el factor trabajo y compiten deslealmente con el resto de empresas), derogar el descuelgue del convenio en los actuales términos de unilateralidad, derogar la modificación sustancial de las condiciones de trabajo referidas a los salarios que también se puede imponer unilateralmente, derogar la supresión de la ultra-actividad; en definitiva, devolver a las organizaciones sindicales su capacidad de disputar con los empresarios el reparto de los beneficios. Lo contrario, cuando los sindicatos no arrancan un acuerdo, es caridad.
Las organizaciones sindicales hemos demostrado responsabilidad y capacidad para entender las necesidades de cada momento, desde la transición hasta la gran recesión, con Reformas Laborales o sin ellas (el sector del automóvil es un buen ejemplo de concertación y acuerdo de éxito alcanzado al margen de las Reformas Laborales), por lo que hay que permitirnos actuar de acuerdo con el mandato Constitucional, sin paternalismos. Lo contrario supone cercenar la democracia, no aceptar la libertad de los actores económicos y sociales en la conformación de la realidad de cada momento y suponer, absurdamente, que a los trabajadores no les importa su empleo y por tanto la competitividad de sus empresas y su capacidad de generar valor añadido.
Definitivamente, es importante un acuerdo con CEOE que traslade el mensaje nítido a las distintas mesas de negociación colectiva de que es el momento de recuperar salarios; pero no es suficiente. El Gobierno debe actuar en consecuencia con el sector público del que es el patrón y devolver a las organizaciones sindicales su capacidad de disputa del beneficio, sin estos elementos la voluntad de aumentar los salarios expresada por patronales y Gobierno son pura propaganda.

 

ismael saez

 

Ismael Sáez Vaquero

Secretario General de UGT PV